Después de dos semanas disfrazándome para carnavales, ahora que todo ha acabado me invade esa nostalgia que queda tras habernos reunido todos con la ilusión de unos niños pequeños. Y todo para volver a sentir esa sensación de estar libre de preocupaciones, de poder dejarte llevar e inevitablemente no dejar de sonreír ni un instante, hacer un paréntesis en nuestras vidas y simplemente disfrutar el momento.
¿Quién pudiera recuperar la inocencia perdida? Pagaría por volver a ser la niña inocente que creía en la magia, no pensaba que todo tenía truco; la que se ilusionaba la noche en la que se le caía un diente porque un ratoncito iba a cambiárselo por un regalo, y la que se portaba bien en la víspera de Reyes porque la estaban viendo y corría el riesgo de encontrarse carbón al despertar…
Esa sensación tan preciada que todos perdemos sin quererlo, ojalá fuera como la esperanza y fuera lo último que se perdiera. Pero ya no hay vuelta atrás y lo único que podemos hacer es no quitarles la inocencia a los niños que tienen la suerte de seguir con ella, ayudarles a soñar en todo aquello que pronto se esfumará sin dejar nada más que buenos recuerdos de la infancia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario