domingo, 17 de febrero de 2013

LA AMARGURA DE LA TRISTEZA


Llevo toda la vida intentando complacer a las personas que se encontraban a mi alrededor, intentando que se sintieran bien, que estuvieran a gusto en mi compañía. Cuando estoy con esa gente cambio completamente de personalidad, me adapto al ambiente dependiendo de en que sitio me encuentre, es decir, siempre intentando muchas cosas para ellos que me perjudicaban a mí sin que yo me diera cuenta. Pero por fin he conseguido entenderlo, he sentido la necesidad de complacerme alguna vez a mi misma, de no hacer siempre lo  que quieran los demás, y hoy, al concienciarme de ello he sucumbido en las lagrimas porque no se que es lo correcto, no se que debería hacer ni lo que debería sentir al respecto. Siento por dentro una profunda tristeza y agonía que se clava en lo más hondo de mi corazón y que me hace sentirme sola, tremendamente sola y confusa por no saber que hacer ni en que situación ponerme. Hay veces que me digo que solo importan los demás, pero la razón y el corazón me dicen que yo también existo, que formo parte de este mundo y que también tengo derecho a que alguna vez se cumplan mis requisitos.
Pero me da miedo, me da mucho miedo quedarme sola por pensar un poco en mí, por no prestar la atención suficiente a los que me rodean.
Estos pensamientos me llevan rondando por la cabeza mucho tiempo, yo creo que demasiado. No es justo estar sufriendo todos los días solo por tener que tomar una decisión, por no saber si ésta será correcta. Pero alguna vez tendrá que llegar el momento de decidir, porque no quiero seguir con esta agonía que me desgarra por dentro. No se si tendré argumentos suficientes para ello.


Recuerdo cuando escribí estas líneas, un momento que ahora veo lejano. En esos instantes la soledad y la indecisión me embargaban hasta un punto obsesivo. Tenía miedo de no ser aceptada por mi forma de ser, de que todos se rieran de mí por mi manera de actuar. Que momentos tan angustiosos, creía que nunca acabarían. No me daba cuenta de que al fingir ser lo que no era les estaba engañando a ellos, pero sobre todo a mí misma. ¿Por qué tenemos tanto miedo a esta sociedad? Es inexplicable. Solo puedo decir que un día, hace muchos años, me levanté con esperanza en el corazón, me convencí de que no estaba disfrutando de la vida, que me estaba encerrando y aislando y que todo eso tenía que cambiar. Ahora cada mañana me miro en el espejo y veo a alguien completamente diferente, alguien que no tiene miedo, pues piensa que este solo le traerá la tristeza ya pasada, alguien que es feliz a pesar de las vicisitudes que se le puedan presentar. Esta soy yo y no me avergüenzo de ello y cuando pienso en los momentos pasados me alegra saber que me ayudaron a mejorar y a madurar. Y si os preguntais si no me duele recordar os diré simplemente que aquello fue una etapa más de mi vida, una larga vida que me queda por descubrir y que, estoy segura, que estará llena de alegrías y de tristezas pero, al fin y al cabo, siempre seré quien quiero ser.

Lidia R.

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