miércoles, 5 de junio de 2013

Uno, dos, tres, cuatro...



Según se acerca la época de las notas a más de uno se le pasa por la cabeza "¿por qué tienen que medirnos en números? ¡Con lo fácil que sería que no existiesen notas!" Bueno, quizá sea un pensamiento desesperado por el estrés, la falta de sueño, ya se sabe… esas cosas de estudiantes; pero también puede tiener su parte de sentido: 

Desde que somos pequeñitos nos han enseñado que si podemos acercarnos al 10 mejor que mejor y que sacar menos de un 5 está mal, desde muy temprana edad nos cuantifican con números, pero esos números, esos simples números ¿pueden expresar realmente qué sabemos? Esos números son solo un parámetro y no siempre consiguen reflejar si hemos trabajado mucho, hemos mejorado desde el principio de curso o nos hemos pasado todas las tardes fuera de casa sin oler un solo libro. Y es que no nos suena tan disparatada la situación de estudiar mucho para un examen y sin embargo no llegar al 5, ni tampoco la de no mirar el libro hasta la tarde de antes y sin embargo aprobar con buena nota. Como personas, tenemos una evolución y un trabajo a nuestras espaldas que muchas veces no se ve reflejado en ningún lado y sin embargo otras veces vemos reflejado en nuestras notas algo inexistente. 

Pasamos muchos años de nuestra vida siendo números, somos 3, 5, 7 o 10; y sí, digo SOMOS porque hay casos en los que da igual nuestro nombre, nuestro esfuerzo y nuestras expectativas... A la hora de elegir la carrera que queremos estudiar, por ejemplo, tenemos que estar más pendientes de nuestra nota que de nuestra vocación ya que es muy posible que no podamos estudiar eso que nos gusta porque “no somos lo suficientemente buenos” como para entrar en la carrera. Como alumnos hay algunas ocasiones en las que no nos importa absolutamente nada si aprendemos o no, solo queremos conseguir determinada nota, lo cual no es justo, sobre todo hacia nosotros mismos porque nos privamos del derecho de aprender por aprender del que desgraciadamente no goza todo el mundo, y que en los tiempos que corren parece que no apreciamos. 

Pero como ya he dicho, esto pertenece al “pensamiento desesperado del alumno” que aparece al final de cada evaluación, cuando vamos intuyendo nuestras notas, “ya nos las vamos oliendo”. Pero sin embargo, de un modo u otro debemos ser evaluados, quizá las notas tal y como las conocemos solo cubran una de las muchas dimensiones de nuestro aprendizaje, o quizá sí sean lo más realistas posible. El caso es que posiblemente nosotros, como personas, no podamos vernos reflejados nunca por completo en un número debido a la extremada complejidad de nuestro pensamiento.


Tamara M.
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Crítico y pertinente, muy bien.

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