Adultos. Adultos que viven solos, o en parejas. Adultos que se han abandonado a la rutina de sus vidas, que se han dejado caer por el agujero negro de la desidia y el conformismo. Adultos que ya no viven la vida como antes, y que guardan recelosos en un cajón de la memoria los recuerdos de los tiempos felices. Estos personajes, pintados por la autora de un gris enfermizo, han aceptado la tristeza y la quietud de sus vidas con una facilidad exasperante. Viven acunados por su rutina, se levantan, van al trabajo, comen, charlan con algún compañero, llegan a casa, discuten con sus parejas y se acuestan a oírse roncar mutuamente, esperando a que llegue el día siguiente y el ciclo vuelva a comenzar.
En las vidas de esos personajes ya no hay sitio para la rebeldía. El paso de los años les ha arrebatado la fuerza y la energía de la juventud, y se dedican a habitar en su orden impoluto, donde nada ni nadie puede alcanzarles. ¿Hasta dónde llega el conformismo del ser humano? ¿Por qué esas personas, esos habitantes de la mediocridad grisácea del mundo actual no rompen sus propios esquemas y echan a correr? ¿Qué tienen los maridos gordos y vagos que echan la tarde sentados en el sofá o las tiranas cincuentonas de carácter agrio con los que contrajeron matrimonio hace veinte años? ¿Qué es lo que no les deja escapar? ¿El miedo a tener que empezar de cero? ¿El miedo a tener que reinventarse?
¿Cómo, cuándo y sobre todo por qué dejan las personas de luchar por vivir plenamente?
Paula D.
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Muy buena la reflexión, quizás podrías ir un poco mas lejos, me da la sensación que puedes sacarle más jugo al tema.
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