El otro día le pregunte a mi primo pequeño porque era del Atlético de Madrid y me contestó: "Porque es el mejor" y le respondí: " Y eso ¿quién te lo ha dicho?" y me dijo: "Papá". Por si queda alguna duda mi tío es colchonero.
De pequeños intentamos imitar todo cuanto nuestros padres hacen, aunque no sabemos porque lo hacen o si esta bien, ya que es la única realidad que conocemos.
Cuando mi primo valla creciendo ira cuestionándose esos valores que sus padres le enseñaron y decidirá si los mantendrá como valores propios o los sustituirá por otros. Los padres intentan que sus hijos no cometan los mismos errores que ellos. Quieren el mejor futuro para ellos, ya sea laboral, social, sentimental, etc, aunque esa idea de futuro no coincida con la de los hijos.
Los padres enseñan a sus hijos aquello que creen que es lo correcto, lo que en su día interiorizaron de sus propios padres. A todos nos han dicho: no toques esto, no digas esto, no juegues con esto; en definitiva pretendían que no hiciéramos lo que ellos consideraban incorrecto. Dependiendo de como nos han educado somos de una manera u otra, tenemos unos valores, costumbres y una manera de ver las cosas distintas.
Pero ¿y si los padres nos inculcaran valores contrarios entre sí?
Mi padre me educó con unos valores contrarios a los de mi madre. Él me enseñó a ser yo y solo yo, a ser egoísta a no tener en cuenta a los demás ni sus sentimientos y a conseguir lo que quisiera sin importar el precio. En cambio mi madre me enseñó a pensar también en los demás, a no hacer daño, a ser justa, a luchar y no rendirme y a ser buena persona.
Crecí con estos valores tan contrarios y cuando fui más mayor tuve que plantearme que valores debía interiorizar y hacer míos propios, aquellos con los que viviría el resto de mi vida y que determinarían mi forma de ser. Elegir los valores que mi madre me inculcó fue la mejor decisión que he tomado en mi vida y doy la doy las gracias por educarme como lo hizo, porque estoy muy orgullos de ser quien soy.
Irene P.
Cuando mi primo valla creciendo ira cuestionándose esos valores que sus padres le enseñaron y decidirá si los mantendrá como valores propios o los sustituirá por otros. Los padres intentan que sus hijos no cometan los mismos errores que ellos. Quieren el mejor futuro para ellos, ya sea laboral, social, sentimental, etc, aunque esa idea de futuro no coincida con la de los hijos.
Los padres enseñan a sus hijos aquello que creen que es lo correcto, lo que en su día interiorizaron de sus propios padres. A todos nos han dicho: no toques esto, no digas esto, no juegues con esto; en definitiva pretendían que no hiciéramos lo que ellos consideraban incorrecto. Dependiendo de como nos han educado somos de una manera u otra, tenemos unos valores, costumbres y una manera de ver las cosas distintas.
Pero ¿y si los padres nos inculcaran valores contrarios entre sí?
Mi padre me educó con unos valores contrarios a los de mi madre. Él me enseñó a ser yo y solo yo, a ser egoísta a no tener en cuenta a los demás ni sus sentimientos y a conseguir lo que quisiera sin importar el precio. En cambio mi madre me enseñó a pensar también en los demás, a no hacer daño, a ser justa, a luchar y no rendirme y a ser buena persona.
Crecí con estos valores tan contrarios y cuando fui más mayor tuve que plantearme que valores debía interiorizar y hacer míos propios, aquellos con los que viviría el resto de mi vida y que determinarían mi forma de ser. Elegir los valores que mi madre me inculcó fue la mejor decisión que he tomado en mi vida y doy la doy las gracias por educarme como lo hizo, porque estoy muy orgullos de ser quien soy.
Irene P.
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Desde luego es reflexionar sobre la socialización desde la propia experiencia.
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