“Viendo pasar los momentos que componen un día tonto”.
Esa es la primera frase de la canción Time de Pink Floyd. Y también lo único que hacemos cuando nos tumbamos en la cama, mirando al techo y reflexionando sobre nuestro día a día. Esta canción nos hace reflexionar sobre lo rápido que pasa el tiempo, y como nos damos cuenta de ello. Cuando hacemos cosas, hablamos, reímos… siempre pensamos en el “aquí y ahora”. Es el carpe diem, vivir la vida en presente, sin tener en cuenta lo rápido que pasa.
En realidad, ahora mismo, la sociedad está cansada de la rutina. Vivimos la vida como autómatas: vamos al trabajo, volvemos a casa, dormimos, y “hasta mañana”. Muchas veces soñamos con huir del mundo en el que vivimos, escapar del día a día, de los momentos sin sentido, del aburrimiento.
“Esperando algo o alguien que nos enseñe el camino.”
Ese es el auténtico problema de que pase nuestro tiempo tan rápidamente, que lo desperdiciemos y cuando nos queramos dar cuenta tengamos diez años detrás de nosotros. En general, nuestra vida consiste en hacer lo que debemos. Creemos que estamos siendo nosotros mismos en el día a día pero llegas a casa y descubres a alguien completamente diferente de ti, en ti. “Hay alguien en mi cabeza, pero no soy yo” como dice Roger Waters en Brain Damage. Es esa persona, ese “algo”, el que estamos esperando para que nuestra vida tome sentido y no desperdiciemos los momentos que nos da.
“El sol es el mismo de una forma relativa, pero tú eres más viejo.”
En mi caso, muchas veces pienso en lo que pasa a mi alrededor, situaciones, momentos. Y muchas veces no le encuentro sentido a nada. ¿Por qué tengo que dedicar mi vida a estudiar para luego trabajar? ¿Realmente ese es el sentido que tiene mi vida? ¿Sólo un peón más?
Y ahí, entre tanta pregunta, es cuando me doy cuenta de que estoy perdiendo el tiempo, tengo que encontrar a esa otra yo y no desperdiciar mi vida viviendo siendo lo que el mundo quiere que sea. O ser únicamente lo que yo quiero ser.
Nuestro interior, lo que somos por dentro, es la mitad de lo que somos, y es lo que nos hace encontrar el camino. Pero es sólo la mitad, porque no podemos abusar de esa parte. Lo que somos hacia el exterior también es parte de nosotros.
Por eso, tenemos que vivir en un constante equilibrio entre nuestras dos mitades. Si abusamos de la interior, sólo nos fijaremos en nosotros mismos. Al igual que si sólo nos fijáramos en la mitad exterior, que nos haría perder la interior, y esa persona que nos enseña el camino.
“Nadie te dijo cuando correr, y te has perdido el pistoletazo de salida”
Pero muchas veces me doy cuenta, que por mucho que quiero llegar a ese equilibrio lo único que hago es sumergirme en mí misma. Estoy aburrida, pensando en cuándo llegará esa persona que me enseñe mi camino. Me he perdido la salida, vuelvo a perder el tiempo. Y tengo que empezar de nuevo.
Y creo, y ahora hablaré haciendo referencia a mi adolescencia, la mayoría de las veces empleo mi tiempo buscando ese equilibrio: ser yo misma, y lo que quiere el mundo que sea. Escuchando canciones, escribiendo, leyendo un libro, viendo una película, hablando con tus amigos, con tu familia, viendo el mundo en las noticias y en las revistas de viaje. Aunque en este caso, eso no me parece perder el tiempo. Es más, en esos momentos lo aprovecho, luego recuerdo esos momentos y los vuelvo a sentir en mi mente. Es como si pudiese rejuvenecer cuando quisiera. Tengo un De Lorean con un condensador de “fluzo” metido en mi mente. Pero cuidado Laura, puede que te quedes atrapada en tu propio tiempo.
“Falto de aliento, y cada día más cerca de la muerte.”
Sin embargo, inevitablemente, el tiempo tarda muy poco en desaparecer, y no quiero gastarlo buscando a esa persona. Quizá lo más bonito de la vida sea eso, saber que se gasta y que, afortunadamente, los momentos son pasajeros, son únicos e irrepetibles.
“Y corres y corres para alcanzar al sol, pero se está escondiendo. Sigue corriendo, para ponerse de nuevo detrás de ti.”
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Muy bien. Felicidades.
FGH
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