domingo, 2 de junio de 2013

¿Para qué servimos los humanos?

¿Cuál es realmente nuestra función en la vida? ¡Qué fácil sería si supiésemos que es lo que tenemos que hacer!; al igual que sabemos que una silla sirve para sentarse y un bolígrafo para escribir, pero ¿qué pasa con nosotros?, ni siquiera sabemos qué es lo se espera de nosotros, a veces se espera que seamos obedientes pero otras que seamos rebeldes y luchemos por nuestros ideales, unas veces se desea que seamos serios pero otras graciosos y simpáticos.   


Nosotros esperamos ser felices, pero nos vemos forzados día tras día a hacer cosas que no nos agradan, porque ese es nuestro deber. Entonces, según lo anterior, la felicidad es libertad plena, y sin embargo aunque decimos que somos libres, estamos atados a cosas, a acciones y a personas; por no hablar de las muchas cosas que nos condicionan y ponen límite a nuestra libertad. Pero no se nos ocurriría hablar de felicidad si no estuviésemos unidos a esas personas o incluso cosas que nos atan y que tanto necesitamos. Y al convivir en sociedad no podemos actuar libremente a nuestro antojo, no si con nuestros hechos perjudicamos a los demás. Con lo cual la libertad tampoco parece ser la clave.

¿Quizá sirvamos para… el amor? Hacemos grandes cosas por amor, por amor a nuestra familia, a nuestros amigos, a nosotros mismos. Y nos sentimos felices gracias al amor. Pero también llegamos a estar llenos de odio, no solo hacia personas sino también hacia situaciones y en muchos casos no hacemos nada para combatir ese odio, simplemente lo dejamos estar. Pero el amor también nos puede llegar a destrozar: querernos demasiado a nosotros mismos nos aleja del mundo en general y se convierte en un gran problema; y querer demasiado a alguien y no ser correspondidos nos hunde en el pesimismo y la sensación de inferioridad. Con todo este sufrimiento, no puede ser el amor el que nos defina, ni tampoco el odio que tanto nos consume. 





Quizá nuestra función es este mundo sea el conocimiento, las ciencias, las letras, el arte… Tenemos en nuestras manos todos los conocimientos adquiridos por nuestros antepasados, solo tenemos que dedicar nuestra vida a dejar que entren en nuestra cabeza y nos enriquezcan. Claro que los conocimientos por sí solos son fríos, solitarios e infinitos. Nunca sabremos todo de todo ya que en nuestra sociedad hay demasiadas cosas que aprender y si pretendemos 
dominarlo todo tendremos que perder todo lo que no sean conocimientos, incluida la familia, los amigos… Así que nuestra función no es dominar cada campo del saber ni mucho menos, porque todo quedaría reducido a simples números, letras, sonidos o imágenes. 

¿Así que para qué servimos entonces? Si nuestra función no es la libertad ni el amor, ni el odio, ni la adquisición de los infinitos conocimientos .O quizá es que, como somos tan complejos, no tengamos una función, o al menos no una única función. Claro que servimos para ser libres, por eso tenemos una conciencia que nos guie en nuestras acciones y somos conscientes de los limites que puede tener nuestra libertad. Aunque también servimos para amar y ser amados, por eso nos rodeamos de aquellas personas que queremos, por eso somos seres sociales; pero también servimos para el odio, no podemos evitarlo es la otra cara de nuestra moneda, aunque sin embargo también sabemos perdonar a pesar de que solo sea porque odiar no nos beneficie en absoluto como individuos. Y también servimos para el conocimiento y es gracias a él, a la cultura, que somos capaces de mantenernos con vida ya que es esta la que nos especializa y nos hace capaces de adaptarnos a este mundo tan particular, y qué decir del arte, que nos ayuda a sobrellevar los días duros y perdernos en cualquiera de sus manifestaciones, bien sea una canción, o un cuadro, o un buen libro… inundándonos de una grata sensación de bienestar.

Con todo esto probablemente seamos capaces de construir una gran parte de nuestra felicidad y, a pesar de todo, quizá la mejor respuesta a ¿para qué servimos los humanos?, sea que servimos para todo, pero para nada a la vez.


Tamara M.

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