No voy a decir que me haya leído La Divina Comedia de Dante, porque no es cierto. Sé algo de la obra, el enamorado que viaja por cielos e infiernos en busca de su amada y de la mano de un guía. Sin embargo, acabo de leer La Ecuación Dante, de Jane Jensen, que no tiene nada que ver con la obra maestra italiana… Ésta es una novela de pasar el rato, de suspense y acción, pero que en algunas partes me ha hecho pensar.
La protagonista es una física que descubre que en el mundo existe una onda de energía con amplitudes +1 (hacia lo positivo) y -1 (hacia lo negativo). La científica consigue modificar mediante impulsos de radio positivos y negativos ese equilibrio y observa lo que pasa a su alrededor. Cuando modifica hacia lo positivo todo va a mejor, todo ser vivo es más vital, más verde, más guapo o con mejor suerte. Hasta un límite… en el que todo se amodorra, se acomoda y se desliza sin esfuerzo por el mundo perfecto, sin ningún inconveniente ni crisis que obligue al cambio o a la evolución. Cuando se incrementa el impulso negativo, todo se ralentiza, se estropea, envejece o tiene accidentes.
Y claro, como es una novela de ficción, los protagonistas se ven transportados a universos paralelos con diferentes valores de la amplitud de la onda. Pero no van a cualquier universo paralelo. Van a donde pertenecen. A los lugares que antes habían soñado que eran perfectos. Y allí descubren que sus cielos soñados pueden ser infiernos, y que sus obsesiones de triunfo, perfección, orden, lealtad… pueden pesar como una carga imposible de sobrellevar.
Voy a explicarlo con ejemplos. El rabino judío, estricto, apegado a la ley antigua, el que no acepta ninguna costumbre occidental ni moderna, el que reza en hebreo y viste al modo tradicional, el que nunca se quitaría su barba… se ve trasladado a un mundo con una gravedad aplastante, que machaca sus articulaciones y le impide caminar, aplastado por su propio peso y rodeado de unos habitantes pesados, fuertes, lentos e inmovilistas, encerrados en sus crueles tradiciones. El soldado atlético, prepotente, el macho Alfa, sin familia, que odia su infancia, cuya única vida es el estado y la carrera militar, se ve en un mundo de castas, lleno de nuevas tecnologías y desarrollo para algunos, lleno de males para otros. Un mundo en el que no hay padres, se conciben hijos por obligación y sorteo, todo el futuro es servir al estado y cuando llega la jubilación a uno le “jubilan” del todo, que ya no sirve para nada. Y al final, es cierto: un hombre puede ser esclavo de sus pasiones. Los cielos pueden ser infiernos.
La idea de que uno se ve trasladado a donde le corresponde es, para mí, la misma idea del premio o castigo de las creencias religiosas. Según hayas actuado en esta vida, así te irá en la otra. Como el famoso karma. Nuestro propio concepto de la vida “correcta”, adecuada, puede ser un concepto equivocado para los demás, que nuestros cielos se perciban como infiernos por las demás personas. Y sin duda de aquí nacen las diferencias entre las personas, las disputas y las guerras. Quizá fuéramos todos más tolerantes si pensáramos más a menudo en esta dualidad de todas las cosas de la vida, y en que todo, todo, extremado, por bueno que sea en su origen, es probablemente malo al exagerarlo.
Y esto no quiere decir que no haya que tener pasiones ni sueños a los que aferrarse, porque si no seríamos seres afásicos, todo nos daría igual, no pondríamos nunca ningún tipo de sentimiento a nada. Pero en nuestra propia conciencia está la capacidad de ver cuál es el momento en el que las obsesiones se tornan realmente oscuras… ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo responder a esto?
Tengo una respuesta. Mi padre me dijo una vez que cuando vea sufrir al otro con mis pasiones pare. Que tome un respiro y que luego hable. Así, creces como persona y luego, vuelta a empezar.
La protagonista es una física que descubre que en el mundo existe una onda de energía con amplitudes +1 (hacia lo positivo) y -1 (hacia lo negativo). La científica consigue modificar mediante impulsos de radio positivos y negativos ese equilibrio y observa lo que pasa a su alrededor. Cuando modifica hacia lo positivo todo va a mejor, todo ser vivo es más vital, más verde, más guapo o con mejor suerte. Hasta un límite… en el que todo se amodorra, se acomoda y se desliza sin esfuerzo por el mundo perfecto, sin ningún inconveniente ni crisis que obligue al cambio o a la evolución. Cuando se incrementa el impulso negativo, todo se ralentiza, se estropea, envejece o tiene accidentes.
Y claro, como es una novela de ficción, los protagonistas se ven transportados a universos paralelos con diferentes valores de la amplitud de la onda. Pero no van a cualquier universo paralelo. Van a donde pertenecen. A los lugares que antes habían soñado que eran perfectos. Y allí descubren que sus cielos soñados pueden ser infiernos, y que sus obsesiones de triunfo, perfección, orden, lealtad… pueden pesar como una carga imposible de sobrellevar.
Voy a explicarlo con ejemplos. El rabino judío, estricto, apegado a la ley antigua, el que no acepta ninguna costumbre occidental ni moderna, el que reza en hebreo y viste al modo tradicional, el que nunca se quitaría su barba… se ve trasladado a un mundo con una gravedad aplastante, que machaca sus articulaciones y le impide caminar, aplastado por su propio peso y rodeado de unos habitantes pesados, fuertes, lentos e inmovilistas, encerrados en sus crueles tradiciones. El soldado atlético, prepotente, el macho Alfa, sin familia, que odia su infancia, cuya única vida es el estado y la carrera militar, se ve en un mundo de castas, lleno de nuevas tecnologías y desarrollo para algunos, lleno de males para otros. Un mundo en el que no hay padres, se conciben hijos por obligación y sorteo, todo el futuro es servir al estado y cuando llega la jubilación a uno le “jubilan” del todo, que ya no sirve para nada. Y al final, es cierto: un hombre puede ser esclavo de sus pasiones. Los cielos pueden ser infiernos.
La idea de que uno se ve trasladado a donde le corresponde es, para mí, la misma idea del premio o castigo de las creencias religiosas. Según hayas actuado en esta vida, así te irá en la otra. Como el famoso karma. Nuestro propio concepto de la vida “correcta”, adecuada, puede ser un concepto equivocado para los demás, que nuestros cielos se perciban como infiernos por las demás personas. Y sin duda de aquí nacen las diferencias entre las personas, las disputas y las guerras. Quizá fuéramos todos más tolerantes si pensáramos más a menudo en esta dualidad de todas las cosas de la vida, y en que todo, todo, extremado, por bueno que sea en su origen, es probablemente malo al exagerarlo.
Y esto no quiere decir que no haya que tener pasiones ni sueños a los que aferrarse, porque si no seríamos seres afásicos, todo nos daría igual, no pondríamos nunca ningún tipo de sentimiento a nada. Pero en nuestra propia conciencia está la capacidad de ver cuál es el momento en el que las obsesiones se tornan realmente oscuras… ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿Cómo responder a esto?
Tengo una respuesta. Mi padre me dijo una vez que cuando vea sufrir al otro con mis pasiones pare. Que tome un respiro y que luego hable. Así, creces como persona y luego, vuelta a empezar.
de
Buen consejo te dio tu padre! Si entendiste todo eso que escribiste ya estas printo para crear tu propia realidad con tus reglas de juego! Humildad respeto y amor.. Salud
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