miércoles, 29 de mayo de 2013

La vida es un poker.


Hace ya algunas semanas, estuve en una conferencia de José Antonio Marina. Para aquellos a los que no les suene el nombre, Marina es catedrático en filosofía además de escritor, ensayista y pedagogo. Fue profesor de filosofía en el instituto público de La Cabrera, instituto en el cual mi madre lleva dando clases de inglés ocho años.
Marina habló durante algo menos de hora y media a cerca de muchas cosas. El lenguaje, su función en el aprendizaje, la importancia de la memoria, la creatividad, la motivación, la inteligencia y la educación. Hubo una particular anécdota entre las muchas que contó que me llamó la atención. 

Él, años atrás, como profesor de filosofía que era, había tenido un alumno, casualmente en el mismo curso que nosotros, primero de bachillerato, que en los tests de inteligencia había obtenido siempre resultados excelentes. Y no solo eso, sino que era muy buen estudiante. Todos los pronósticos auguraban a este chico un futuro lo menos brillante, una carrera que le interesase y un trabajo digno. Pero llegado a un punto de su formación como estudiante, este chaval llegó a la conclusión que era más listo que todos sus compañeros...y también más listo que sus profesores.
En el barrio donde vivía, comenzó a socializarse con chicos que estaban algo marginados de la escuela, mucho más torpes que él, y a incitarles a cometer pequeños hurtos. Dado que le gustó la sensación de tener dinero fácil en sus manos, al año siguiente no apareció por el instituto.
Marina carraspea y acercándose al micrófono sentencia el final de la historia, y el comienzo de la reflexión: "La última vez que le vi, debía tener unos veintiocho años, y estaba en la cárcel."
De esta historia, sacamos las conclusiones de que una cosa es que una persona sea muy inteligente, y otra muy distinta es que sepa utilizar esa inteligencia. Marina comparó la vida entonces a una partida de poker. En la vida, como en el juego, no puedes elegir las cartas que te tocan. No puedes elegir tu genética, ni tu familia, ni tu país, ni tu entorno social, ni tu nivel económico. Y por supuesto, es mejor que te toquen cartas buenas, que cartas malas. Pero en la vida, como en el poker, lo más importante no son las cartas que te hayan tocado, sino el cómo las utilizas.

Aquí es cuando entra a escena la educación. No se pueden cambiar las cartas que recibe una persona al nacer, pero se puede enseñar a todo el mundo a jugar bien las cartas que se tiene, y eso ya es muchísimo. Marina habló también sobre el talento, que es algo que se adquiere a partir de la educación que recibe una persona. Antes de la educación, no hay nada más que biología. Por tanto la educación es el interruptor que hay que pulsar para que se enciendan todas nuestras capacidades, nuestras ideas y nuestro talento.

Paula D.

Aquí dejo el link de la conferencia, que afortunadamente alguien grabó y que no tiene desperdicio. Por si encontráis un hueco entre tanto examen.

http://www.youtube.com/watch?v=52M5Wt63etw

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Gracias Paula, está fenomenal. Muy bien elegido el tema.

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