viernes, 3 de mayo de 2013

Luchar por morir.


¿Sabes que es lo más preciado que tiene el ser humano? su propia vida.
 La vida se puede considerar como un don que obtenemos al nacer, está formada por los derechos de cada ser humano y por su propia libertad para decidir que decisiones y caminos tomar para disfrutar el presente y el futuro. En la vida todos tenemos logros, soñamos con utopías, nos encontramos con sorpresas, sufrimos las angustias y muchas veces superamos nuestros miedos.

En mi opinión la vida de un ser humano, está formada por la parte física y psicológica de la persona, ambas partes están involucradas en las decisiones personales de la vida de cada individuo.
Según esta pequeña reflexión, hay circunstancias en las que la vida, no es realmente vida, es dolor y sufrimiento. 

Me parece necesario mencionar brevemente la historia real de Ramón Sampedro, un marinero gallego, que tras un accidente en el mar quedó tetrapléjico, tras ese acontecimiento el creía en la inexistencia de la esperanza.
Fue un hombre ante todo fiel a sus ideas, un hombre que luchó durante casi treinta años por una muerte digna. 
Él no consideraba eso una forma de vida, estar continuamente en una cama, siendo un ser dependiente, siendo un hombre que jamás volvería a andar, correr, incluso sería incapaz de amar. El luchó incluso acudiendo a los tribunales en busca de la aceptación de una muerte digna, al no considerar eso una forma de vida. Pero como todos sabemos la eutanasia no está permitida.
Él dijo una frase muy sincera y racional, la vida es un derecho no una obligación. Nadie por mucho que nos quiera o nos ame, nos puede retener contra nuestra voluntad, nadie nos puede obligar a seguir viviendo. 
Finalmente Ramón, ayudado por varias personas fue capaz de lograr su objetivo, la muerte.

Yo pienso que realmente  la vida no es una obligación, nadie te puede obligar a vivir, únicamente la persona que se encuentra en esa situación tan extrema debería ser la que tuviera el honor de decidir sobre continuar viviendo o morir, no deberían intervenir segundas personas, ya que cada persona es únicamente dueña de su propia vida.

Obviamente, elegir la muerte es un camino difícil, además de por quien lo vive en primera persona, también por los efectos que esta decisión desencadena, porque afecta a todos los seres de su alrededor.

La eutanasia se entiende como el remedio para acabar con el sufrimiento, pero para poder emplearla de forma legal, habría que estudiar cada uno de los casos posibles, para decidir a quien otorgarles la posibilidad de decidir sobre seguir viviendo o dejar de vivir o en para  algunos malvivir, pero ¿quién tendría el derecho de juzgar a las personas para influir en su presente y su futuro?
Los médicos son personas encargadas de ayudar a la gente a vivir,  por eso lógicamente, no pueden estar a favor de la eutanasia, porque al fin y al cabo es muerte.


Relacionado con este tema, podemos destacar la influencia del catolicismo en la sociedad española. La iglesia católica lucha contra la eutanasia e intenta combatirla. La iglesia defiende que Dios es quien da la vida y él es el único que decide ponerle fin cuando lo considera adecuado.
Según la iglesia Dios quita y da la vida, pero existe una contradición cuando la iglesia católica a lo largo de su historia ha quitado la vida en inumerables ocasiones en nombre de Dios.
Pero como todos sabemos en este mundo también hay personas que no creen en las religiones, entonces ¿quién les da y quién les quita la vida a ellos?... Y sobre todo no se trata de imponer nada a nadie, sino que libremente cada uno decida. 

Y por último haciendo referencia a la vida de Ramón, si yo en algún momento me encontrara en su situación hubiera luchado por todos los medios para conseguir su mismo objetivo.
Muchas veces cuando una persona pasa por un mal momento, todos intentamos animarle y decir que la vida sigue, que todo en esta vida se supera, pero ¿quiénes somos nosotros para juzgar la decisión de en este caso la víctima? Somos personas que nos involucramos tal vez de forma un tanto egoísta, porque pensamos en lo que sería perder a esa persona y el sufrimiento que nos provocaría, aunque realmente en lo que hay que pensar es en el sufrimiento de la otra persona, no en el nuestro propio.

                    
                                                                    Edurne Tineo.

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