miércoles, 29 de mayo de 2013

Observando miradas

Que desconcertante resulta plantearse la vida desde los ojos de una persona de dieciséis años, cuando solo tienes tiempo para mirar por ti mismo, por formarte y realizarte como persona gracias a las capacidades adquiridas al nacer por ser sencillamente un ser humano.

Nos miramos, unos a otros, y nos percatamos de las infinitas diferencias que se presentan entre todos los individuos humanos y tu mismo. Esas diferencias, las causantes de que exista tanta diversidad de ojos, bocas, labios, cuerpos..., son por las que nos fijamos en los demás.

Cuando salimos a dar un paseo, o vamos al cine, o a comer a un restaurante, nos encontramos con todo tipo de personas, algunas de ellas con rostros simpatizantes, otros con cierto aire de enfado, muchos con la mirada perdida, como si no tuvieran nada por lo que sonreír o llorar...

Hace algunos días, cuando me subí a un medio de transporte público, me fijé, en una de sus muchas paradas, la cantidad de personas que no sonreían, y también en aquellas que mostraban ciertos ojos brillantes, como si estuviesen a punto de llorar, o bien, que lo hubiesen estado haciendo hasta el momento de enfrentarse a la multitud y a sus miradas por unos simples ojos cristalinos y unos pómulos algo rojos. 
Pero lo que más me llamó la atención fue algo que ocurrió dentro de mi misma. Algo que me había pasado ya antes, pero no se cuando. Pues bien, aquello que tanto me llamó la atención fue el ver a un hombre, un hombre que no tenía pinta de estar muy contento con su vida, conclusión que saqué debido a la forma de andar y la expresión tan triste que mostraba a cada lado de su cara.
El caso es que en una de las direcciones en las que mandó sus miradas para buscar sitio, me miró. Fue en ese preciso instante en que pregunté a mi misma: "¿Qué estará pensando? ¿Será feliz?" 





Está claro que es imposible responder a este tipo de preguntas si la persona a la que se refiere dicha respuesta es ajena a ti. Pero sí podemos imaginarnos la clase de vida que podría llevar, bien por su forma de vestir, o de mirar. Por mí misma comencé a indagar de forma inexplicable y fantástica en la vida de aquel hombre, y de repente me sentí extraña. ¿El motivo? Pensar que el mismo hombre del que yo estaba sacando mis propias conclusiones podría estar haciendo lo mismo. 
Obviamente, con esto no quiero decir que la gente haga continuamente una proyección en su mente de la vida de cada persona que pasa a su lado, pero sí que es una experiencia que me lleva pasando de continuo, de la cual no se que más puedo decir.

Simplemente un sentimiendo que me lleva acompañando ya desde hace tiempo, que lo noto cerca de mi en algunas ocasiones, y quería compartirlo con vosotr@s.

María B.
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Bravo!, María.

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